miércoles, 8 de agosto de 2018

EL TIEMPO DE DIOS


EL TIEMPO DE DIOS
Juan 11: 3-6.
En más de alguna vez que hemos tenido emergencia de auxilio divino y cuando a Dios hemos clamado, sólo se ha dejado sentir un eterno silencio en respuesta a nuestra agonía inexorable.
Dios que siempre ha sido nuestro pronto auxilio, a veces sus propósitos han sido ajenos a los nuestros y en su infalible voluntad, sólo hace lo que él quiere y tiene ganas de hacer (Daniel 4: 35).
Alguna vez usted se ha preguntado ¿adónde estaba Dios cuando Caín asesinó a su hermano; cuando Jeremías fue encarcelado; cuando Juan el Bautista fue decapitado o cuando Jesucristo fue crucificado? ¿Adónde estaba Dios en tiempos de la inquisición; cuando la sangre de los mártires cristianos corría por las calles, como corre el agua después de una tormenta? Difícil resulta a veces explicar cuál es en realidad, el tiempo de Dios; pero veamos lo que sigue:
1 -En primer lugar, el tiempo de Dios no siempre es nuestro tiempo. Casi nunca entendemos esto. Por esta causa es que nos llenamos de ansiedad cuando llega el día malo. Para Dios, esto siempre tiene sentido; no así, para nosotros.
Si Ezequías hubiera entendido esto, no se habría opuesto a la voluntad de Dios y se hubiera evitado muchas dificultades futuras (Isaías 38: 1-3). A veces Dios parece olvidarse de nosotros. Así le pareció a David, mientras huía constantemente de la presencia del enemigo (Salmo 22: 1-2).
2 -En segundo lugar, debemos saber que a veces no todo lo que hacemos nos conviene. Mi abuelo nació en el año de 1901, era originario de Izalco, y murió a la edad de 89 años. Pero él contaba que en el comunismo de 1932, eran multitudes de personas las que salían huyendo, para escapar de la mortandad; sin embargo, muchos de ellos murieron. Pero de los que se quedaban encerrados en sus casas, la mayoría sobrevivió. También me acuerdo de una noticia de un accidente de tránsito, en la que se reportó el fallecimiento de una persona; los testigos sobrevivientes, decían que todos sobrevivieron milagrosamente, a excepción del occiso, quien por el ansia de escapar de la muerte, saltó del vehículo, muriendo al instante por causa del impacto. Así es; a veces hacemos cosas que no nos convienen.
El fracaso de Balaán, consistió en la insistencia de querer hacer su propia voluntad, en oposición a la voluntad de Dios.
3 -En tercer lugar, debemos recordar que Dios es soberano.
En su soberanía, protege a quien él quiere proteger (Daniel 3: 17-18). Salva a quien él quiere salvar (Romanos 9: 15-16). ¿Y quién puede altercar o discutir con Dios?
A nosotros como hijos de Dios, nos toca pedir y esperar en él; si tarda, debemos aún, seguir esperando; si no nos responde, tal vez moriremos esperando; en tal caso, no olvide que “el que cree en él, aunque esté muerto vivirá”.
Por tanto, afirmemos nuestra fe cada día, no por lo que él nos puede dar; “porque ya sea que vivamos o que muramos, somos del Señor”.

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